Cecilia Meredith Jiménez
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud…
José Martí
A Francisca López Civeira (Paquita) la adorna una prolífica y loable trayectoria profesional, así como un sinnúmero de reconocimientos; pero, al conversar o compartir con ella, te das cuenta de que el mayor de sus títulos u honores es el de ser buena persona.
Humildad, jovialidad, vocación de servicio, entrega a la familia y a la profesión se sintetizan en quien con su amplio aval intimida; no obstante, al acercarte, percibes que no hay nada que temer, porque para la profe Paquita cualquier oportunidad, motivo o pretexto da lugar a la amena conversación —permeada por la emoción y el sentimiento (que nunca escaparon de su semblante mientras hablábamos)— y al mensaje aleccionador (sin proponérselo, pero siempre presente en sus palabras), con lo que demuestra no solo ser una comunicadora de altos quilates, sino también una MAESTRA (en mayúsculas) a tiempo completo.
López Civeira ha dedicado su vida toda a estudiar y velar por la preservación del patrimonio histórico de la nación —al cual también ha realizado numerosos aportes—, labor que ha encauzado desde el magisterio, la investigación y la divulgación de textos especializados en esta materia.
Pasión por la historia
Sus primeros acercamientos, de manera casi instintiva y autodidacta, a esta rama del saber fueron a través de los libros escolares, pues al provenir de una familia humilde, que no poseía muchos estudios, en su hogar no había una tradición de leer, ni tampoco acceso a otros libros. Pero cuando inició el bachillerato, en el Instituto de La Habana, esas lecturas incipientes comenzaron a generarle inquietudes. Ya por ese entonces la historia y la literatura despertaban su interés, y se encontraba en el dilema de por cuál de las dos decantarse. Finalmente, en su encrucijada optó por la historia, ciencia en la que quería profundizar, mientras en la literatura nunca dejó de encontrar cobija y disfrute.
Para beneplácito suyo, al arribar a la universidad, ya había surgido la carrera de Historia, gracias a la reforma universitaria de 1962. De esta etapa Paquita recuerda con especial cariño a los profesores que dejaron huella en su formación, como la doctora Olga López, a quien califica de extraordinaria. Ella le impartía Historia de Cuba y mucho influyó en su inclinación por esta especialidad, por los análisis que hacía de la historia y la pasión con que impartía clases, pues le ponía sentimiento a lo que explicaba y vibraba con ello.
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Eso es enseñar: hacer hombres piadosos y útiles.
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Inicios en la docencia
Sin embargo, todo parece indicar que la vocación de enseñar de López Civeira le venía en vena desde temprana edad. Movida por el entusiasmo de la época, siendo una adolescente, se alistó en las brigadas de alfabetización Conrado Benítez y, como era menor de edad y necesitaba el permiso de sus padres, falsificó la firma de su madre en el documento de autorización. Por suerte, sus padres la comprendieron y fue así que comenzó como capacitadora. Esta fue su primera experiencia frente a un aula.
Años más tarde, en la universidad, como aún no existían los cursos para trabajadores y en una misma aula concurrían estudiantes que venían de preuniversitarios con personas que, además de trabajar, estudiaban, una compañera de clases, metodóloga en Educación, le pidió que cubriera en un pre a una profesora que estaba de licencia de maternidad. Y esa fue la primera vez que fungió en esta profesión.
«Atreverse a pararse en un aula siempre es complicado y más aún en los inicios. Es muy difícil porque uno siente una fuerte presión viendo a los alumnos allí y pensando: qué les voy a decir. Pero eso mismo te va entrenando y hace que vayas sintiendo amor por lo que estás haciendo», relata la Dra. en Ciencias Históricas.
Luego, siendo todavía estudiante, ejerció nuevamente la docencia. De esta etapa recuerda sobre todo lo aprendido porque «a veces me hacían preguntas de cosas que yo todavía no había estudiado en la carrera y yo respondía como si supiera. Después me di cuenta que eso no se puede hacer, sino decir: mira, no te puedo dar una respuesta, te la busco y te la digo el próximo día. Pero son experiencias, y uno se va sintiendo estimulado a transmitir nuevos conocimientos, a ver cómo estos alumnos van aprendiendo, se van desarrollando; es decir, le vas cogiendo amor».
Mucho más que dar clases
Después de graduada continuó desempeñándose en el sublime arte de enseñar a otros, primero en un politécnico y posteriormente en la universidad. «Por tanto, llevo casi toda mi vida impartiendo clases y creo que es una profesión muy hermosa, con la que uno puede ayudar a esos jóvenes a formarse profesionalmente, pero también ayudarlos un poco en lo personal. Y eso es una gran satisfacción: ver después a los que han sido mis alumnos, por ejemplo, ya doctores, verlos teniendo una obra, saber que en algo los pude ayudar. Esta es una profesión que exige mucho, que obliga mucho, pero también da muchas satisfacciones», cuenta con profundo agrado.
La particularidad de ser cubanos
La eminente profesora y ensayista, en el campo de la Historia, se especializó en la de Cuba porque, en efecto, esta tiene características que la hacen diferente a la de otros países. En ella se aprecia mucho «ese sentido de cubanía, de pertenencia con nuestros valores, con nuestros símbolos, que lo mismo lo podemos expresar en un discurso político, un poema, una canción, una pintura; es decir, cómo nos expresamos, cómo somos los cubanos, cómo reaccionamos ante los hechos históricos y las circunstancias, cómo nos proyectamos».
«Creo que, lógicamente, tenemos nuestra personalidad, nuestro modo específico de ser. En cualquier lugar del mundo tú ves dos cubanos hablando y sabes que son cubanos, porque gesticulan, se mueven y caminan de una manera distinta. Ese sentido de cubanía tiene mucho que ver también con toda nuestra evolución histórica, nuestros orígenes, nuestra imbricación, ese ajiaco del que habló Fernando Ortiz, que alude a cómo somos capaces de incorporar y procesar distintas influencias sin dejar de ser cubanos. Ese ajiaco nuestro tiene la posibilidad, la facultad y la maravilla de poder siempre sumar, fundir y dar esa cubanía en todos los momentos».
Martí, siempre Martí
Paquita no necesita declarar que es una martiana furibunda para saberlo. Enseguida te das cuenta. Lo demuestra con sus constantes citas y alusiones al Apóstol, pero, fundamentalmente, con su actuar, porque estudiar la obra de Martí e incorporarla y asumirla en la cotidianidad puede perfectamente devenir en un estilo de vida.
Por tanto, al preguntar a mi entrevistada sobre con qué mártir de la historia de Cuba se siente identificada o si tuviera que resaltar a alguno en particular cuál sería, no titubeó ni un segundo para responder: «Sin duda, José Martí», afirmación que poco después complementó al decir: «José Martí es una figura extraordinaria. Te puede ayudar y acompañar en todos los aspectos de la vida, desde, por ejemplo, una relación de pareja hasta en un liderazgo político. Martí es un hombre que fue capaz de formular criterios, formas de comportamiento. Fue un intelectual, un poeta, un periodista extraordinario, pero sobre todo un ser humano extraordinario. En la medida en que uno lo estudia descubre su enorme grandeza. Fue además un hombre capaz de prever, de mirar hacia el futuro, de darse cuenta de hacia dónde y cómo actuar. Asimismo, tenía una ética extraordinaria».
Por otro lado, reconoció que «no es el único, nosotros tenemos otras figuras extraordinarias, inclusive uno que no nació en Cuba, pero era más cubano que muchos cubanos: Máximo Gómez. Tenemos, igualmente, a un Ignacio Agramonte, un Antonio Maceo. Y cuando llegamos al siglo xx nos encontramos con un Julio Antonio Mella, que era una maravilla; no por gusto lo asesinaron, sabían lo que podía dar. Más para acá tenemos un Boris Luis Santa Coloma, un Abel Santamaría, un Frank País y, por supuesto, un Fidel, que nos pueden marcar pautas para la vida: la personal, la política, la patriótica. Aunque creo que en Martí se puede sintetizar todo eso».
«Poner la ciencia en lengua diaria»
En la importante labor del historiador, la Premio Nacional de Historia destaca ante todo la responsabilidad: «No te puedes creer que porque hiciste, por ejemplo, tres libros que tuvieron determinada aceptación ya eres una maravilla. El conocimiento y el saber se expanden; en este sentido, uno es parte de todo esto, y tienes que ser muy responsable a la hora de emitir un criterio, porque este tiene que estar basado en una investigación seria, profunda, con una base sólida desde los puntos de vista metodológico y teórico. Y a partir de ahí poder entonces aportar saberes nuevos que puedan enriquecer el conocimiento de la Historia para contribuir al desarrollo de esta», comenta.
De igual modo, enfatiza en que «como historiadores tenemos la responsabilidad y el compromiso de poseer una obra científica de seriedad y rigor científico, pero a su vez tratar de que esto llegue al mayor público posible. En este sentido, yo siempre pienso en la frase de Martí: “poner la ciencia en lengua diaria”; es decir, que la ciencia pueda llegar a todos y ser riqueza para todos».
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La inteligencia no es la facultad de imponerse; es el deber de ser útil a los demás.
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La historia al alcance de todos
Y la aplicación de esa máxima martiana a López Civeira le ha traído gratas sorpresas, pues con 100 preguntas sobre José Martí (Editorial Gente Nueva, 2012) se alzó con el Gran Premio del Lector en la 31ra. Feria Internacional del Libro de La Habana. Esto la alegró mucho, no solo por la buena recepción del libro, sino también porque tal hecho demostró que las personas están ávidas de conocer a Martí y «eso es lo más importante».
Aunque la autora comenta que ella no escribe propiamente para la infancia, sí lo hace para los jóvenes y para un público general. En este empeño, intenta utilizar un lenguaje que pueda resultar comprensible y al mismo tiempo atractivo, y balancea contenidos un poco densos con otros más entendibles.
«En cuanto a esta colección de 100 preguntas la idea no fue mía, sino de quien entonces dirigía la editorial Gente Nueva, Enrique Pérez Díaz, y yo dije: ¿cómo empiezo un libro de Historia de Cuba que pueda atraer? Entonces, la primera pregunta que se me ocurrió fue: ¿por qué Cuba tiene ese nombre? Y eso ha llamado la atención muchísimo, porque otros países de América Latina, nombrados a partir de sus poblaciones originarias, perdieron el nombre y asumieron el que España les puso. Y Cuba, aunque le llamaron Juana y Fernandina, siguió siendo Cuba. Entonces, creo que eso nos da una singularidad. Se trata de buscar en estos casos, en que los libros están dirigidos a un público juvenil, mecanismos de la profesión que pueden resultar atractivos. También el hecho de que la Historia de Cuba se imparta en todas las enseñanzas puede crear un incentivo», relata.
Fuentes de la historia
En el afán por que su obra llegue a todo tipo de público, reconoce que igualmente influyó su pasión por la literatura, pero no solo eso. «A veces, por ejemplo, un verso te puede dar una época, así como un poema, una canción, una novela, un cuento, una obra pictórica», explica. Al respecto, también manifiesta que los movimientos artísticos sugieren «un cambio de mentalidad en el sentido de la cubanía», por lo que devienen en fuentes históricas importantes, porque describen una circunstancia histórica. En cuanto a estas, refiere que son muy amplias y diversas, y las podemos encontrar no solo en los documentos, sino también en «todo lo que en una época se puede producir, lo que la refleje y te pueda dar toda la diversidad de un momento histórico».
La satisfacción de ser útil
No obstante haber recibido numerosos reconocimientos a lo largo de su carrera, López Civeira no ve en ello motivo alguno de envanecimiento, sino todo lo contrario: «Los reconocimientos siempre son una alegría. Decir que no sería mentira. Cuando uno dice, por ejemplo, el Premio Nacional de Historia, por la obra de la vida, uno se estremece; el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas es algo tremendo; el Premio Félix Varela, asimismo por la obra de la vida; la medalla Alejo Carpentier, que lleva el nombre de mi queridísimo profesor; o la Orden Carlos J. Finlay, la Frank País…».
«En fin, pudiera decir mucho, pero es una gran satisfacción, porque de alguna manera lo que he hecho no ha pasado inadvertido, ha sido de utilidad. Pero eso no puede de ninguna manera ser causa de engreimiento. Como expresó Martí: “cuando hay muchas colinas, las montañas se ven menos altas”. Y él decía que era el tiempo en que las colinas iban encimando a las montañas; por tanto, los privilegiados, que representan esas cimas, empezaban a bajar, porque todo era compartido. Él añadía que eso no les gustaba a los privilegiados de alma baja, pero sí a los de corazón gallardo y generoso. Creo que eso es una enseñanza muy importante. El hecho de que tú tengas una obra y un reconocimiento no te hace ser superior a los demás seres humanos. Simplemente eres útil en lo que estás haciendo y cada uno en su esfera debe tratar de ser lo más útil posible».
Sobre la feliz coincidencia de que se le dedique la 33ra. Feria Internacional del Libro de La Habana, confiesa que no se lo esperaba y recalca la complacencia que siente por saber que ha sido útil, que ha dejado una huella, aunque ello también le genera un compromiso: el de seguir siendo útil y seguir aportando para hacerse merecedora de todos esos reconocimientos. «Además, no puedes bajar el nivel, al contrario, tienes que tratar de ser mejor», confiesa.
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El deber de un hombre está allí donde es más útil.
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La dupla de la felicidad
En la cotidianidad de esta gran mujer siempre están presentes el cariño de su familia y la comunicación diaria con esta. Tampoco puede faltar el tiempo para la lectura y el trabajo en los nuevos proyectos de libro. Y de las labores hogareñas la que más disfruta es cocinar.
En cuanto a lo que la hace feliz, para Paquita está en primerísimo lugar la familia que ha creado, la cual es su mayor orgullo, porque es muy unida, todos sus integrantes se quieren mucho entre sí y son personas útiles. Esta se compone de «un par de hijos maravillosos» que le «han dado unas nueras muy buenas, a las que quiero mucho» y cinco nietos: cuatro biológicos y uno de corazón.
Y en el otro lado de la balanza se halla su profesión: «Mi condición de profesora es algo que me llena de alegría, así como todo el cariño que recibo de mis alumnos. Además, en la medida en que puedo ayudarlos en lo profesional y a veces en lo personal, eso me hace sentirme muy feliz, porque creo que tengo una vida útil y, mientras la salud física y mental me acompañen, voy a seguir así».
Si de agradecer se trata
Francisca López Civeira, al final de la entrevista, para confirmar lo que ya venía sospechando: su grandeza humana, ante mi pregunta de ¿quiere decir algo más?, ella respondió: «Agradezco mucho todo el afecto que me han dado. Ahora, con el tema de la Feria del Libro también. Agradezco, asimismo, a las editoriales Letras Cubanas, Gente Nueva, Ciencias Sociales, Félix Varela, Pueblo y Educación, y otras por las posibilidades que me han dado de publicar, de que mi obra pueda llegar a un público y de este modo contribuir a la formación de otros. Y, por supuesto, agradezco mucho a la Revolución, porque sin ella yo no sería universitaria. Yo soy universitaria gracias a que hubo una Revolución y abrió las posibilidades para todos».
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(…) a la patria no se le ha de servir por el beneficio que se pueda sacar de ella (…), sino por el placer desinteresado de serle útil.
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